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Soy Ibón. Estudiante y escritor aficionado. Los que me conocéis ya sabéis más o menos cómo soy, asi que creo que no necesitáis más pistas. Y a los que no me conocéis, sólo deciros que lo que conozcáis de mí a través de esta Caja de Pandora, os guste.

Monday, October 16, 2006

Capítulo Onceavo; el apuñalador.

Largas jornadas de silencio silencióse el teclado del ordenador, moderno sustituto de la pluma y el tintero, mientras la mano quebrada que lo empuñaba cayó en largo sopor. Pero el silencio no es eterno, y una vez más regresa la mano ensangrentada, el dedo acusador, la voz silenciosa y envenenada de la denuncia. Y me complace en gran manera poder volver a escribir un nuevo Capítulo de las Crónicas del Odio que tanta rabia han dispensado.

Trato de un especímen surgido de la bruma del tiempo: el apuñalador; un ser que, con hábil maestría, me ha engañado y con saña me ha clavado una soberana puñalada trapera a la espalda. Plaf. Snick attack. Me ha dolido, mucho. No puedo decir que fuera inesperada, se olía desde hacía un tiempo, pero la mente humana es fascinante: aún sabiendo lo que hay, conociendo la verdad, ésta sólo duele cuando se la encuentra de frente, o se la clavan por la espalda, chas, chas, chas. Cosido a puñaladas, angelito.

Y es que éste cerdo asqueroso me la ha jugado bien, sí señor, le aplaudo por ello. Y me aplaudo a mí mismo (en la cara, con ambas manos) por no haberlo visto venir. O mejor, por haberlo visto venir pero no haberlo querido creer. Pero me queda el consuelo de que, al menos, también tú has sido un peón en la misma partida de ajedrez, sesenta y cuatro escaques blancos y negros de engaños y mentiras y traiciones que me reflejan la verdad que un amigo quiso decirme y por despecho, no quise escuchar. Claro que, hasta que el rabo pasa, todo es toro. Pero no impide que me haya puesto en evidencia con mi credulidad, como siempre.

Podría decir muchas más cosas, por supuesto. Dejar claro quién eres y sobre todo, cómo eres. Pero lo dejo por imposible, porque a diferencia de otros, yo no pienso empezar la Tercera Guerra Mundial porque fulanito ha ido rajando de mí, o sea, lo mismo que yo he hecho de él. Así que esta vez no he escatimado vaselina, y en lugar de dedicarte una serie de hermosos epítetos contemplados en el diccionario de la RAE, por muy veraces y apropiados que puedan ser, voy a resumirlo en dos palabras: te odio. Concreto, sencillo, y claro.

¿Captas la delicada apreciación? Pues nada, chavalote. Vanaglóriate por la puñalada que me has metido, disfruta de la recompensa y de todo corazón, atragántate con ella mientras te dure, y cuando te encuentres que te han cambiado por algunos amigos en 2D, recuérdame que te dé la ostia que te mereces.

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